domingo, 15 de septiembre de 2013





y desembarco en la noche parcial. las ventanas encendidas y el olor a piernas abiertas y penetraciones. hay traición en esas luces. hay el gusto por la demencia. camino sobre charcos de agua. el muelle va quedando atrás y con él el recuerdo de una biografía oceánica que jamás será verdad. la calle me recibe, egoísta y desapegada. es la madrugada unánime, ahora sí. todos sienten la madrugada, aunque pocos la conozcan. enciendo el cigarrillo y camino desatento. cargo con un bolso, un bulto semejante a un cadáver, pero está lleno de muerte. ladridos lejanos, mezclándose con la carrera de los autos que vuelven o escapan. es la lluvia.

            encuentro una plaza sin rejas y me siento en un banco a ser linyera por una noche, o más. hay restos de droga y botellas vacías, olor a vómito y pis. dos nenas caminan por la vereda de enfrente y entran en un pasillo. desaparecen. un auto se aleja lentamente, si cierro los ojos el ruido que hace no se adivina. el pasto húmedo parece congelado. no hay viento. tal vez, hace mucho, todo esto haya tenido algún propósito, alguna promesa o expectativa. esperanza siquiera. hoy no hay nada más que una mujer que espera. una habitación austera. una cama. otra promesa: la promesa del fracaso. un inicio, varios finales. fumo hasta descomponerme. me estiro, me recuesto en el banco, apoyando la cabeza el bolso. no me preocupa ni me provoca, ser sueño o alucinación, o realidad. no me importa saberme. alcanza con sentirme, y no se necesita más que eso para concebir una dimensión del infierno. pero el infierno no importa. ahora pienso en un par de muslos que podrían hacerme feliz cuando llegue la mañana.




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