aparecía una luna bajo la cama
el susurro de un temor
resbalando entre los dientes
mordiendo el vino entre las horas
se simplifica la espera
y se aprecia la caída de la eternidad
entre las piernas. el sudor protector, la borra, el cansancio, los movimientos
breves, pesados, buscando la desesperación más calma. se abre la boca, el humo
emerge en la silueta de una fuga. la cabeza imita a la muerte, se deja estar
fuera del cuello. comprende los espacios y los asimila, emancipada. camino
sobre las huellas del que fue sombra y reconozco. inauguro la oscuridad. los
contornos enloquecen. el camino es sinuoso y se deja sentir en el aire. el aire
es ligero, proviene de arriba, de la madera, de la piel risueña, de la mañana
asesina, de los puentes increíbles, de las caricias de los helicópteros, del
sismo, de la venganza adolescente, de las nalgas que se estrujan entre las
manos del cliente, de las sábanas abolidas, de los labios que bautizan, de las
manos imaginadas, de las calles que caminaste sola la noche en que te clavaron,
de las miradas que acusan, de los pantalones abandonados, del cólera dulce, de
la espuma de mar, del sol que se quema cuando la noche, de la espera, de la
espesa mata de vello que cubre tu monte de Venus.
es
un volver a casa y es alejarse. es saber que el lugar al que pertenezco está en
un tiempo anterior al nacimiento, décadas atrás, cuando los versos se escribían
en saco y corbata. así llegaba este aire alucinado de todos los rincones del
hospital. y se metía entre las calles y edificios de la ciudad oscura lejana la
silueta de la ciudad. la ciudad en el desierto. el bosque de cenizas y cemento.
de hombres de tabaco. soy un observador pasivo, fumo de lejos aún no llego. te
acordás de mi silueta recortada en la calle de la ciudad vieja, el taxi alejándose,
la multitud comiéndose mi cuerpo empequeñecido por la añoranza y la distancia. ahora
soy un hombre en medio de la nada esperando llegar a ninguna parte.
no
hay frontera verdadera. alguien trazó una línea imaginaria que es más visible
que la mente. a prostitución huele el borde. pero estoy parado dentro de la
lluvia y la lluvia no tiene bordes. es un viaje disléxico. un camino de orejas
que me guía, un jardín de narices, espalda sobre espalda marcando una escalera.
y no hay bordes. la ciudad es lejana. promesa. estoy en el interior de la
lluvia donde el agua no cae jamás. nada nadie me espera. me siento a punto de
nacer y sé que es mentira. me siento en el suelo, no quiero caminar. la ciudad
está ahí, desnuda y fría. la espera se simplifica. muerdo el temor y la sombra.
me recuesto. arriba no hay dios, el cielo está vacío. pero un cielo vacío es un
cielo abierto. sólo las estrellas están por encima de mí. y abajo mis raíces, mi
pasado enterrado, mis venas
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