soy la lengua de un borracho en el cuello de ella. se me escapa. vuelvo
a acercarme. se vuelva a escapar. pero la pared está cerca y no tiene adónde
ir. se arrincona, pegada a la pared, estirada en la cama. no quiere que la
toque a juega a que no la toque. no hay diferencia, la tocaré igual. la abrazo
por la cintura, apretándome contra sus nalgas. aun estamos vestidos. intento
subirle la falda. la beso en el cuello, con la lengua. huelo su cuello. siento
un ciervo atravesando mi garganta. me renuncia. le digo que se ponga la blusa y
salimos. le agarro la mano para caminar por el parque. sé que ella no ve lo
mismo que yo. ella no quiere morir. hay un árbol viejo que parece caer todo el
tiempo. no sentamos a la sombra del árbol. sus piernas salen de la pollera y se
estiran sobre el pasto. mira hacia arriba, las ramas del árbol enorme que
forman una trama confusa de sombras y cosas verdes. a lo lejos se escucha un
estruendo, un ruido de la ciudad que espanta a los pájaros que salen volando
todos juntos, como una lluvia. ella los mira, afectada.
-imaginate que cada es
un recuerdo que se fuga de tu cabeza.
-si tuviera recuerdos,
no serían pájaros, serían reptiles.
-son sensaciones-
insiste.
-¿cada pájaro?
-sí.
-son muchas.
-claro.
-demasiadas.
-y faltan muchas más.
-son insoportables.
-no.
-vos sos insoportable.
-sí.
se acaricia las piernas, ahora flexionadas, contra sus pechos. resiste
mi presencia. me arrastro hasta ella con mi lengua fuera, babeando. me ve
llegar como a un tiburón. no se aleja ni se resiste. le corro la bombacha. la
penetro en el suelo, en el pasto. no me mira. mira los pájaros que se fugan de
su cabeza y las ramas que los apresan. la humillo, está loca. quiere vivir. le
digo que se muera. le digo que no vale la pena quedarse conmigo. le digo que
hay que descansar. sus ojos son color avellana. ella tampoco existe. tampoco
es. pero es una larva. es un cisne sin patas. es una laguna con un bote hundido
en el pecho. es un hogar para indigentes. tiene los labios caídos, los ojos
metidos para adentro, las piernas desgarradas, las tetas borrachas, las manos
hermosas, el vientre vacío y podrido, la cola sucia de pasto, llena de
hormigas. la penetro más fuerte. escucho pasos a lo lejos, pero deciden irse.
le tapo la boca, aunque no dice nada. mira con sus pupilas del color del sol
cuando amanece. me pretende alucinado, japonés y amable. embisto más fuerte.
siento que se derrite en mi cuerpo. se hace agua su concha. me inunda el
estómago, el esófago, el intestino. se incrimina, adolece, sufre y muere. su
boca queda entreabierta cercana a mi oído. dice que quiere viajar al cielo.
conmigo. dice que me quiere llevar con ella a no sé qué lugar. yo me limpio con
unas hojas verdes grandes y me subo los pantalones. ella se acaricia los
muslos. se siente amada, no por mí. tiene los ojos brillantes. su respiración
es suave, como si durmiera. se acomoda la ropa, acomoda su espalda. sigue
mirando los pájaros. tantos pájaros volándola, como si fueran exploradores
acariciando la Luna.
-podrías morirte
tranquila. no tenés que soportar esto.
-no hay esto.
pero hay algo. que la
mantiene dormida.
vive en un sueño. nadie
sabe cuál.
no puede compartirlo. o
no sabe cómo.
imagino un pájaro
adentro de ella, que le dice qué hacer, cómo hacerlo, qué decir, dónde caminar,
cómo tocar las cosas, cómo dormir y qué soñar, a quién amar, cómo despreciar,
cómo volverse loca. elige sus baños, sus comidas, sus deseos. un pájaro
siniestro que vuela adentro suyo. un pájaro pedófilo y envidioso, que esconde
el cuerpo de un insecto bajo sus plumas. ella lo negará siempre, porque el
pájaro-insecto se lo ordena. ella no sabe que su conciencia es un pájaro
muerto.
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